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Ancestros
(Lo que queda) después del individualismox
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La hipótesis en que se sustenta es que detrás de la ciudadanía moderna autoimpuesta y universalizada desde hace varios siglos por los occidentales se encuentran, nos encontramos, unos indígenas cuyas trazas morales se resisten, aunque de un modo más bien inconsciente, a su supresión por unos valores de la modernidad con los que conviven y se entremezclan provocando una complejidad psicológica no exenta de grandes cortocircuitos, traumas y alteraciones de la personalidad.
Hablamos así de espiritualidad, pero no como alternativa o sinónimo de religión, menos aún de secta o iglesia, sino por referencia a la re-ligio etimológica, es decir, los actos, procedimientos y rituales que nos religan con nuestros iguales y semejantes y con los otros en general, solo a partir de los cuales podemos con cierto éxito reunir y dar sentido a nuestras distintas partes interiores y roles exteriores, condición para cualquier forma de trascendencia, que pasa en ese sentido a segundo plano. Aunque no podemos a estas alturas suprimir a una larga ya herencia cultural individualista ni suplantar sin más por otros los ejes que vertebran una condición jurídica y un imaginario como individuos, al menos estamos en condiciones de hacernos cargo de su herencia, pero no solo desde la crítica teórica sino ante todo desde un intento de transgresión o superación.
Recuperar lo comunitario desde una perspectiva no intelectual sino más antropológica o moral, que afecta a lo más elemental de la vida social y la sensación de dignidad y autoestima, es el objetivo al que intentan contribuir los textos de esta colección. Entre ellos se incluyen también el acercamiento a experiencias culturales de tribus y grupos ancestrales y la reactivación de sus tradiciones rituales en la actualidad.
Las maneras en que el siglo XXI transitará por ese terreno post-individual (y post-individualista) son el centro de interés de esta colección que intenta reivindicar que el futuro de la ciudadanía tiene que ver con alguna manera de reencuentro (y reinvención) de una ancestralidad que nunca se ha terminado de disolver, y a la que seguimos pegados, si bien de un modo más bien inconsciente cuando no negativo.
En este caso, el pensar histórico se sustituye por una operación previa: el conocimiento y reconocimiento de una condición moral y cultural que tenemos inserta en nuestros mecanismos más básicos de comportamiento, los que tienen que ver con el deseo, las emociones y el significado de la existencia en común y las relaciones con los otros.
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